Repensemos el trabajo decente. Sobre lo inadecuado de este lema y los motivos por los que la dignidad del trabajo es independiente de las condiciones en las que se presta

Resumen

Cuestionaremos el lema del trabajo decente enarbolado por la OIT y otras muchas instituciones. No discutimos el contenido y los fines que se promueven bajo dicha consigna – cuya legitimidad está para nosotros fuera de toda duda –, sino tan solo su aspecto más formal, la configuración de su título. Y es que, según trataremos de justificar, el trabajo humano siempre – con algunas excepciones a las que se aludirá – es decente, con independencia de las circunstancias materiales en las que se desarrolla. Para sostener esta postura, afirmaremos que la dignidad humana, tal y como aparece caracterizada filosófica y jurídicamente, es un valor inmanente de la persona, que no puede arrebatarse o concederse externamente. Aceptando esta premisa, explicaremos cómo la actividad laboral, en cuanto actividad personal que involucra intensamente a su ejecutor, ostenta una dignidad que no queda atenuada o anulada por las insuficiencias del régimen jurídico-económico al que se sujeta. Por tanto, para denunciar la iniquidad que soportan muchos trabajadores en el mundo, antes que el trabajo decente, debería reivindicarse una conducta patronal decente, o un estatuto normativo decente: es decir, acorde a la singular valía intrínseca de las personas que se ven implicadas en la relación laboral. Concluiremos enunciando algunas disfuncionalidades simbólicas que, a nuestro modo de ver, se siguen de la reivindicación del trabajo decente: entre otras, la segregación y la estigmatización de la población obrera, al estratificarse valorativamente el fenómeno del trabajo humano, distinguiendo entre empleos decentes e indecentes.

 

We will recuse the slogan of decent work used by the ILO and many other institutions. We are not discussing the content and purposes that are promoted under that slogan – whose legitimacy is uncontroversial for us –, but only its most formal aspect, the configuration of its title. As we will try to justify, human work is always – with some exceptions that will be allude – is decent, regardless of the conditions in which it is provided. To support this position, we will affirm that human dignity, as it appears philosophically and legally characterized, is an immanent value of the person, which cannot be taken away or granted externally. Accepting this premise, we will explain how work activity, as a personal activity that involves its executor intensely, has a dignity that is not attenuated or annulled by the insufficiencies of the legal-economic regime to which it is subject. Therefore, to denounce the inequity that many workers in the world endure, before decent work, decent employer conduct should be claimed, or a decent normative status: that is, according to the unique intrinsic worth of the people who are involved. in the employment relationship. We will conclude by enunciating some symbolic dysfunctionalities that, in our view, follow from the demand for decent work: among others, the segregation and stigmatization of the working population, by stratifying the valuation of human work, differentiating between decent and indecent jobs.

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