Resumen
La calificación del suicidio como accidente de trabajo sigue siendo una cuestión sobre la que no se pronuncia el art. 156 LGSS. Este silencio no lo ha venido a cambiar ni la proliferación de los trastornos psicosociales en el mundo laboral ni las distintas crisis económicas que se han sucedido en lo que va de siglo XXI. Así las cosas, los derechohabientes de la persona trabajadora han tenido que batallar en los juzgados para intentar que se subsumieran sus casos como lesión producida durante el tiempo y en el lugar de trabajo, como enfermedad del trabajo, como agravación de la lesión constitutiva de un accidente o como enfermedad intercurrente. De manera que es obligado acudir al análisis de la jurisprudencia para conocer cuáles son los requisitos que deben concurrir para establecer el nexo causal entre la actividad realizada y el acto de quitarse la vida. Ese es el objeto del presente estudio: abordar con claridad expositiva lo que el legislador aún no ha tenido bien hacer, a cincuenta y tres años vista de la primera sentencia estimatoria y a dieciséis de la que asentó, con vocación casi académica, cuándo el suicidio ha de recibir la consideración de contingencia profesional. Tomando esta laguna como excusa, se abordan además cuestiones como si la dolencia psicosocial padecida debe venir causada en exclusividad por el trabajo o basta con que se trate del factor desencadenante, qué peso tiene la presencia de las notas de despedida, cómo influye la existencia de patologías previas no causadas por el ambiente laboral o si rige la presunción de laboralidad del art. 156.3 LGSS. Al final, se exponen las conclusiones extraídas y se realizan propuestas de lege ferenda.
The classification of suicide as a work-related accident continues to be an issue on which art. 156 of the General Social Security Act remains silent. This silence has not been altered by the proliferation of psychosocial disorders in the workplace or the various economic crises that have occurred in the 21st century. Consequently, the dependents of the deceased worker have had to battle in court to try to have their cases categorized as injuries occurring during work time and at the workplace, as occupational diseases, as exacerbations of injuries resulting from accidents, or as intervening illnesses. Therefore, it is necessary to turn to jurisprudence to understand the requirements that must be met to establish a causal link between the work activity and the act of taking one’s own life. That is the purpose of this study: to clearly address what the legislator has not yet properly addressed, fifty-three years after the first favourable judgment and sixteen years after the one that, with an almost academic vocation, established when suicide should be considered a work-related contingency. Taking advantage of this gap, other issues are also addressed, such as whether the psychosocial condition suffered must be exclusively caused by work or if it is sufficient for it to be the triggering factor, the weight of farewell letters, how the existence of pre-existing pathologies not caused by the work environment influences the matter, or if the presumption of work-relatedness under art. 156.3 of the General Social Security Act applies. In the end, the conclusions reached are presented and de lege ferenda proposals are put forward.